Leo y releo artículos acerca de las independencias que se
fraguan en España cada tarde. Cada una de ellas, se apoya, por supuesto, en su
historia como nación, sea ésta inventada o no, qué puedo decir me la trae muy
al pairo. Intento comprender ese sentimiento de igualdad con sus más próximos
vecinos y por tal, sus semejantes.
Cierto es que las descomunales grietas económicas que sufre
hoy el país son propicias para enfrentar a las dos Españas que llevan décadas
echando el mismo pulso. No puedo negarlo, me conmueven las pasiones, por lo
tanto, adelante con la batalla. Siempre dijeron que si la dicha es buena, nunca
es tarde.
Pero me sigue pareciendo curioso que ese sentimiento se
incremente soberanamente en tiempos de descontento social. Y para qué negarlo, me hace gracia que un límite geográfico aúne a tanta gente y deje fuera a tanta
otra, y que además, lo haga con semejante rotundidad.
Hace poquitos días me dijo un uruguallo “¿vos viste que los
españoles ninguno quiere ser español?”, con intención de reprimirle me quedé
muda cuando me hizo un repaso prácticamente por cada una de las comunidades autónomas
del país. Es cierto, creo que menos Extremadura, La Rioja y Murcia, todas
tienen en mayor o menor medida su grupito nacionalista. No sé si es la misma idiosincrasia
española, que curiosamente se empeña en diferenciarse del resto, ¿y por qué? Porque
son chusma. A lo mejor los que nacen y crecen dentro de mi región son chusma
también, pero otra casta de chusma, chusma vecina. Al final resultará que uno
no es de donde pace, sino de donde nace.
Tal “apatriotismo” me corre por las venas que estoy segura que mi intento de opinión medianamente crítico que se verá tergiversado, y para qué negarlo, me da muy igual.
Resumiendo que es gerundio, me cuesta creer las fronteras
delimiten tanto las mentes. A fin de cuentas, encuentras la misma mierda en todos lados.