sábado, 11 de octubre de 2008

The best Show Time together

Podría definirlo como extraño, pero a estas alturas sonaría tan estúpido.
Nosotros y nuestra ridícula manía de perder la capacidad del habla en el momento que más la necesitamos. Soplaba un viento del Este algo repentino,los remolinos que formaban el polvo de las aceras parecían prever lo irremediable, estaba apunto de llegar y nosotros no nos dábamos cuenta, reíamos, bromeábamos, nos sacábamos de quicio y hacíamos el amor en cada cruce de miradas, algo que no estaba nada bien, incluso estaba prohibido, pero nos encantaba mirar al pasado aunque no debíamos hacerlo. Era como cuando de pequeño salían imágenes para mayores de 18 en la televisión y tu madre te hacía taparte los ojos pero tu abrías los deditos de la palma que cubría tu mano y entre las rendijas mirabas lo poquito que se dejaba ver. Era algo así.
Entonces fue, fue en la despedida, el mismo escenario de tantas otras veces: dos amigos, que no podían ser más que eso, se veían al borde del abismo, se abrazaban, juntaban sus mejillas y echaban un vistazo al precipicio, ya sabes, por calcular más o menos cual sería la altura de la caída y los posibles daños colaterales. Entonces, en el estrecho abrazo él dijo:

-Te late muy fuerte el corazón, ¿qué te pasa?
Y ella respondio:
-Quiero darte un beso.

Y ahí terminaron las palabras. Como en el final del poema de San Juan de la Cruz: “un no sé qué que queda balbuciendo”. Un precioso beso del que era imposible desengancharse, su nariz contra la mía, otra vez. Le quería, le quería tanto que tenía que dejarle marchar. Hoy volvemos a ser amigos y nada más.

1 comentario:

Noviembre dijo...

No te imaginas, te juro que no te imaginas, mi piel de gallina...

No imaginaba que al asomarme a tu ventanita iba a encontrarme con esto.

Puf, Ella, puf.


Gracias por ser mi Domingo gris con sonrisas tatuadas.

S i e m p r e.