domingo, 1 de mayo de 2011

Las dietas y la operación bikini:

cuánto mal han hecho en este país.

En España, si ya por estas fechas no estas sumergida de lleno en la dieta del cucurucho hablad carbohidratos que no os escucho, te estás pasando de rebelde caloría y media.

Esa absurda y tenaz lucha contra "los kilitos demás" que llevan ahí todo el año tranquilitos y sin molestar, de repente y sin ton ni son ni compasión ponemos todo nuestro empeño en aniquilarlos.
Pasamos todo el año comiendo como cerdos y tirados en el sofá sintiendonos plenos y satisfechos con nuestra actividad vital hasta que "... chan chan" llega el momento de cambiar la ropa de invierno por la de verano, entonces te das cuenta.
Te das cuenta de que ese vestido no te entra, de que con esa camiseta se te ve mucho brazo, con aquella falda mucha pierna, con esta sandalia demasiada uña. Conclusión: has pagado el mismo precio por ropa con menos tela.
Para cuando coloques la última prenda de la temporada primavera-verano en tu armario ya tendrás en mente empezar una dieta y ejercicio diario, concienciada cual neonazi pero con menos perseverancia. Con esto quiero decir que si lo decides un viernes hasta el lunes no empiezas, para descansar el fin de semana. Porque los fines de semana son para descansar, si hasta Dios se tomo un respiro, cómo no te lo vas a tomar tú.
Vagamente pasa por tu cabeza un pensamiento que omites replantearte, esa conciencia que te dice: pero si aun no has empezado ¿cómo vas a descansar? ...memeces, el lunes empiezo.

El ejercicio diario te dura dos días y la dieta empieza a flaquear cuando llega el viernes de la semana siguiente porque, joder, los fines de semana son para descansar.
Así te metes de cabeza y sin razón lógica aparente en un círculo vicioso que se repetirá durante los próximos meses hasta que el 15 de julio (que cae en martes jornada consecutiva al día estricto de inicio de tu particular dieta semi-semanal) te plantas frente al chiringuito de la playa dispuesta a pedirte un insípido te verde y lo ves, reparas en el vistoso y colorido cartel de los helados y piensas si no me como uno reviento (qué paradoja); y te dices a ti misma "encima estás de vacaciones y las vacaciones... las vacaciones son para descansar".

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