viernes, 10 de mayo de 2013

La noche que me robaron la vida, sin avisar.


Ayer soñé que se escapaba la vida, sin poder vivirla, sin poder tocarla.
Soñé que era un mero espectador de la función que se desarrollaba.
Y que contemplaba desde la platea cómo, de la forma más tonta, yo me había ido
y ellos seguían con sus vidas en la que yo ya nunca más estaría.
Nunca.
Y ellos seguían ahí, como si tal cosa.
Viviendo sin más.
Sin disfrutar apenas.
Sin reflexionar ni por un momento la magnificencia de estar vivo.
Yo tenía voz. Voz para contarles el dolor de mi propia ausencia.
Lo absurdo que resultaba todo desde fuera,
cómo era posible que el más ridículo problema podía amargarnos la existencia.
Pero no lo entendían. Ellos me escuchaban y simplemente se compadecían de mi.
Y se apenaban por no poder volver a estrecharme entre sus brazos.
A la vez que se complacían porque en el pasado ya lo hicieron
y lo guardaban en algún lugar del tapiz de su memoria.
Pero, ¿qué más da recordarlo si nunca más vas a poder vivirlo de nuevo?
Ellos no lo entendían.

Me levanté angustiada, llena de miedo y sudando.

Ayer soñé que no volvía,
ayer soñé que me moría.


1 comentario:

original_mente dijo...

Tienes un talento asombroso.